Me caes bien por ambos lados
Lo común me reconforta
Lo distinto me estimula.
(…)
Los dos tenemos
El mismo miedo a morir
Idéntica fragilidad
Un corazón, dos manos
Y un sexo similar
Y los mismos deseos de amar
Y de que alguien nos ame a la vez.
Te guste o no”
Queridos lectores:
Deseo ante todo expresar a todos y cada uno de
ustedes el profundo amor con que los miro. Es un amor que va más allá de todas
las diferencias que podamos tener, de todos los desacuerdos que hemos vivido o
podamos vivir, de todos los problemas que tal vez nos alejen. Mi corazón
permanece y permanecerá abierto para escuchar lo bueno y regocijarse y también
para escuchar lo malo e intentar repararlo.
Tal vez, con frecuencia, sintamos que no podemos
decir la palabra AMOR, porque nos sentimos heridos, porque dudamos de alguno de
nosotros, porque sintamos desafecto por parte de alguno, en fin, tantas cosas
que constituyen este devenir que es la vida. Entonces, para cuando no podamos
pronunciar la palabra AMOR, yo les propongo que instalemos en nuestros
corazones y palabras la de RESPETO, sin ella no hay amor posible y con ella
todas las puertas se abren al amor.
Sin embargo, creo que esta palabra merece un
trato especial; porque con frecuencia, confundimos respeto con tolerancia. Por
eso me voy a permitir, con este escrito que a algunos parecerá muy extenso o
aburrido, hacer una importante distinción entre ambas palabras y, así, provocar
una reflexión especial en todos nosotros para crecer como seres humanos y para
aprender a amarnos a pesar de nuestras diferencias y, tal vez, precisamente por
ellas como nos lo hace saber Serrat en esa maravillosa canción que encabeza mi
reflexión de hoy.
Nuestra misma constitución anatómica y
fisiológica como “individuos” (y fíjense que pongo esta palabra entre comillas)
nos muestra que somos totalmente diferentes unos de otros y que, como
“individuos” somos capaces de producir y reproducir una y otra vez (hasta el
fin de nuestra existencia) las condiciones que sustentan nuestra vida, es lo
que Humberto Maturana (biólogo chileno) llama nuestra capacidad “aupoiética”,
características de los sistemas cerrados, determinados por su estructura. Por
ello es imposible, aún cuando compartamos la condición de “ser humano”, que
tengamos las mismas sensaciones, percepciones y –menos- pensamientos.
Por ejemplo: cuando asistimos a un espectáculo
público, en algún teatro: cada asiento está ubicado en una exclusiva posición,
desde donde el espectador podrá tener una visión totalmente diferente,
absolutamente única, del espectáculo. Es una razón de posición en el espacio
muy simple. Nuestra UNICIDAD es un poco más compleja que esta simple razón
espacial; en resumen: no vemos ni oímos lo mismo, ni los mismos colores, ni los
mismos tonos; no sentimos lo mismo, tenemos diferentes umbrales de dolor y
diferentes umbrales de temperatura; lo que puede ser exquisito para algunos
paladares, puede presentarse como asqueroso para otros. En fin, nos llevaría
muchas páginas hablar de las diferencias, aún si solo tomamos aquellas fundadas
en la biología, como sugiere Maturana.
Pero ya en el plano de nuestro accionar en
sociedad, las diferencias se acentúan aún más, porque cada uno de nosotros vive
una determinada historia personal que es única e irrepetible y que nos va
diseñando en el largo proceso de la vida. En virtud de lo cual nos constituimos
en OBSERVADORES diferentes (Rafael Echeverría, sociólogo y filósofo chileno).
Esta reflexión nos lleva a cuestionar la noción
de VERDAD que tradicionalmente (durante más de 25 siglos) ha sido manejada y,
en el nombre de la cual, se han cometido los más grandes crímenes y abusos de
la humanidad. ¿Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que alguno de nosotros tiene
la “verdad” de su lado?, Creo firmemente que no y, en el momento en que alguno
se erija como el dueño de la verdad, nacerá irremediablemente, el conflicto, la
guerra y la destrucción. Porque biológicamente no es sustentable y,
socialmente, menos, la noción de VERDAD no puede seguir siendo el fundamento de
la ética humana.
¿Qué entonces, puede fundamentar nuestra ética?
El RESPETO. Entendido como el reconocimiento del otro como legítimo,
como ser humano diferente (legítimamente) de mí. Puedo entender o no las
palabras, pensamientos y acciones del otro, pero por encima de eso, está su
legitimidad como ser humano y como observador. Cuando respeto a alguien, puedo
no compartir su forma de pensar, de ser, de sentir o de actuar, pero lo acepto
y tengo en cuenta que es un observador ubicado en el otro lado del teatro,
mirando el mismo espectáculo desde una óptica distinta, desde un espacio
diferente que, tal vez me haga ver cosas que yo, situado donde estoy, con la
óptica que tengo, no puedo ver.
En el respeto se genera la convivencia y se
construye una posibilidad.
¿Por qué son diferentes la TOLERANCIA y el
RESPETO? La tolerancia está vinculada estrechamente a la noción de VERDAD que
ya hemos tratado; la tolerancia es el acto de permitir la existencia del
otro. Es un acto de “concesión” donde el que “concede” se prefigura
como la persona “generosa” que “teniendo la razón” permite la disidencia. La
tolerancia, por tanto, no es respeto.
Como dice Serrat, “tenemos el mismo miedo a
morir, idéntica fragilidad”, nos necesitamos, no como iguales, sino
precisamente en esas diferencias que nos complementan y nos han hecho crecer
como especie. Somos vulnerables, solo el amor (y el respeto que se funda en él)
nos hace invencibles.
Los invito pues, a todos, a que tengamos en
cuenta nuestras diferencias como posibilidades que el otro nos abre a nuestro
desarrollo a nuestro perpetuo diseñarnos como seres humanos.
Los amo
Ymarluz
02 de Marzo de 2009
“Solo el amor engendra la maravilla”
(Silvio Rodríguez)

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