26 de abril de 2012

AMOR, RESPETO Y TOLERANCIA


AMOR, RESPETO Y TOLERANCIA

“Te guste o no…
Me caes bien por ambos lados
Lo común me reconforta
Lo distinto me estimula.
(…)
Los dos tenemos
El mismo miedo a morir
Idéntica fragilidad
Un corazón, dos manos
Y un sexo similar
Y los mismos deseos de amar
Y de que alguien nos ame a la vez.
Te guste o no”
Joan Manuel Serrat

Queridos lectores:
Deseo ante todo expresar a todos y cada uno de ustedes el profundo amor con que los miro. Es un amor que va más allá de todas las diferencias que podamos tener, de todos los desacuerdos que hemos vivido o podamos vivir, de todos los problemas que tal vez nos alejen. Mi corazón permanece y permanecerá abierto para escuchar lo bueno y regocijarse y también para escuchar lo malo e intentar repararlo.
Tal vez, con frecuencia, sintamos que no podemos decir la palabra AMOR, porque nos sentimos heridos, porque dudamos de alguno de nosotros, porque sintamos desafecto por parte de alguno, en fin, tantas cosas que constituyen este devenir que es la vida. Entonces, para cuando no podamos pronunciar la palabra AMOR, yo les propongo que instalemos en nuestros corazones y palabras la de RESPETO, sin ella no hay amor posible y con ella todas las puertas se abren al amor.
Sin embargo, creo que esta palabra merece un trato especial; porque con frecuencia, confundimos respeto con tolerancia. Por eso me voy a permitir, con este escrito que a algunos parecerá muy extenso o aburrido, hacer una importante distinción entre ambas palabras y, así, provocar una reflexión especial en todos nosotros para crecer como seres humanos y para aprender a amarnos a pesar de nuestras diferencias y, tal vez, precisamente por ellas como nos lo hace saber Serrat en esa maravillosa canción que encabeza mi reflexión de hoy.
Nuestra misma constitución anatómica y fisiológica como “individuos” (y fíjense que pongo esta palabra entre comillas) nos muestra que somos totalmente diferentes unos de otros y que, como “individuos” somos capaces de producir y reproducir una y otra vez (hasta el fin de nuestra existencia) las condiciones que sustentan nuestra vida, es lo que Humberto Maturana (biólogo chileno) llama nuestra capacidad “aupoiética”, características de los sistemas cerrados, determinados por su estructura. Por ello es imposible, aún cuando compartamos la condición de “ser humano”, que tengamos las mismas sensaciones, percepciones y –menos- pensamientos.
Por ejemplo: cuando asistimos a un espectáculo público, en algún teatro: cada asiento está ubicado en una exclusiva posición, desde donde el espectador podrá tener una visión totalmente diferente, absolutamente única, del espectáculo. Es una razón de posición en el espacio muy simple. Nuestra UNICIDAD es un poco más compleja que esta simple razón espacial; en resumen: no vemos ni oímos lo mismo, ni los mismos colores, ni los mismos tonos; no sentimos lo mismo, tenemos diferentes umbrales de dolor y diferentes umbrales de temperatura; lo que puede ser exquisito para algunos paladares, puede presentarse como asqueroso para otros. En fin, nos llevaría muchas páginas hablar de las diferencias, aún si solo tomamos aquellas fundadas en la biología, como sugiere Maturana.
Pero ya en el plano de nuestro accionar en sociedad, las diferencias se acentúan aún más, porque cada uno de nosotros vive una determinada historia personal que es única e irrepetible y que nos va diseñando en el largo proceso de la vida. En virtud de lo cual nos constituimos en OBSERVADORES diferentes (Rafael Echeverría, sociólogo y filósofo chileno).
Esta reflexión nos lleva a cuestionar la noción de VERDAD que tradicionalmente (durante más de 25 siglos) ha sido manejada y, en el nombre de la cual, se han cometido los más grandes crímenes y abusos de la humanidad. ¿Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que alguno de nosotros tiene la “verdad” de su lado?, Creo firmemente que no y, en el momento en que alguno se erija como el dueño de la verdad, nacerá irremediablemente, el conflicto, la guerra y la destrucción. Porque biológicamente no es sustentable y, socialmente, menos, la noción de VERDAD no puede seguir siendo el fundamento de la ética humana.
¿Qué entonces, puede fundamentar nuestra ética? El RESPETO. Entendido como el reconocimiento del otro como legítimo, como ser humano diferente (legítimamente) de mí. Puedo entender o no las palabras, pensamientos y acciones del otro, pero por encima de eso, está su legitimidad como ser humano y como observador. Cuando respeto a alguien, puedo no compartir su forma de pensar, de ser, de sentir o de actuar, pero lo acepto y tengo en cuenta que es un observador ubicado en el otro lado del teatro, mirando el mismo espectáculo desde una óptica distinta, desde un espacio diferente que, tal vez me haga ver cosas que yo, situado donde estoy, con la óptica que tengo, no puedo ver.
En el respeto se genera la convivencia y se construye una posibilidad.
¿Por qué son diferentes la TOLERANCIA y el RESPETO? La tolerancia está vinculada estrechamente a la noción de VERDAD que ya hemos tratado; la tolerancia es el acto de permitir la existencia del otro. Es un acto de “concesión” donde el que “concede” se prefigura como la persona “generosa” que “teniendo la razón” permite la disidencia. La tolerancia, por tanto, no es respeto.
Como dice Serrat, “tenemos el mismo miedo a morir, idéntica fragilidad”, nos necesitamos, no como iguales, sino precisamente en esas diferencias que nos complementan y nos han hecho crecer como especie. Somos vulnerables, solo el amor (y el respeto que se funda en él) nos hace invencibles.
Los invito pues, a todos, a que tengamos en cuenta nuestras diferencias como posibilidades que el otro nos abre a nuestro desarrollo a nuestro perpetuo diseñarnos como seres humanos.
Los amo

Ymarluz
02 de Marzo de 2009
“Solo el amor engendra la maravilla”
(Silvio Rodríguez)

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